Nuestro camino de rosas: cuando el universo mueve sus hilos

Lo que son las cosas, cariño, estaba envolviendo tu libro de Sant Jordi y al no encontrar unas rosas de papel con las que decorar el regalito, me he puesto a confeccionarlas yo misma con un par de cintas de tela, hilo, aguja, mucha paciencia y con todo mi amor.

El resultado no ha sido brillante, la verdad, pero en ese estado relajado en el que estaba mientras las elaboraba, me ha venido a la mente una secuencia de instantes a través del tiempo que compartir contigo, precioso mío:

Del desván lleno de recuerdos en el que se convierte nuestra memoria, he rescatado el momento en que alguien me enseñaba a elaborar estas rosas: yo tendría 5 añitos, y Luisa, la dependienta de la tienda de ropa que tenían mis padres, me enseñó a hacerlas para entretenerme mientras mi padre hacía gestiones.

No recuerdo haberlas vuelto a hacer, ¡es increíble que recordara el paso a paso! Pero lo que sí me ha traído ha sido un salto hacia otro recuerdo oculto por el paso de los años… y muy oportuno para la ocasión.

Y es que esas bonitas rosas de papel no eran las primeras que tenía entre mis manos: acabo de recordar que, siendo más pequeñita todavía, mi padre, en uno de sus viajes por trabajo en Barcelona y en pleno día de Sant Jordi, nos trajo a mi madre y a mí un par de rosas de origami preciosas, pues las rosas naturales no hubieran aguantado hasta su regreso.

Eran unas rosas muy bonitas, confeccionadas con un tipo de cinta decorada con mucha delicadeza: la mía era de color azul y la de mi madre era roja.

Me encantaron, y ese día deseé dos cosas:

Que mi rosa azul fuera de verdad, algo que por entonces me parecía tan mágico como imposible…

…y que algún día alguien me regalase a mí una rosa roja… como símbolo de su amor.

A lo largo de los años he recibido ramos de flores y rosas por diferentes motivos y en ocasiones muy diversas, pero ese deseo tan específico lanzado al universo con la inocencia y la determinación de una niña pequeña, no quedó sin respuesta, y mi pedido llegaría ni más ni menos que en el momento oportuno y a través de la única persona que podría hacer realidad no sólo ése, sino todos mis deseos más mágicos: TÚ, mi amor.

Sí, tendrían que pasar más de 30 años para que ese deseo lanzado al universo se cumpliera, pero el día más inesperado (en el momento perfecto) mi amado David me regalaría esa rosa natural de color azul que deseaba de niña… y nada menos que junto a esa otra rosa de color rojo que expresaba su amor por mí.
El mensajero del universo para tan especial pedido...
...no podía ser nadie más que tú, mi vida.

Y hablando de mensajeros oportunos, y para colmo de “casualidades” (que ya sabes tú que no existen), mientras escribo estas letras y fotografiaba mi propia mano sosteniendo las rosas para incluirlas en este post… entra de pronto un mensaje en mi móvil, sin palabras, porque no se necesitan… con una foto de otra mano, ni más ni menos que la tuya… sosteniendo  bajo el sol la piedrecita que acabas de coger para mí en ese bosquecillo de tierras vikingas.

Mientras escribo esto último, me doy cuenta de que todavía faltan 3 días para que leas estas palabras, y que hasta entonces no serás consciente de toda esta magia…

…pero no por ello la magia del universo se detiene:

Él mueve sus mágicos hilos entre bambalinas,

y en el momento más oportuno, el más inesperado,

nos despliega nuestros más bellos sueños...

...materializados ante nuestros ojos.

Así que recuerda, precioso mío, que mientras susurramos ese “ya falta menos”, el universo ya está conspirando a nuestro favor, moviendo sus hilos invisibles sin que nos demos cuenta, guiándonos de esa forma hasta nuestro anhelado destino juntos... al día en que entre nuestras sábanas y entre besos mañaneros, te diré:

“¿Lo ves, cariño? Ya te dije que nuestro sueño se haría realidad”

Hasta entonces, empieza a darte cuenta de la magia que nos rodea, nos protege y nos guía.

        Feliz día de Sant Jordi, amor de mi vida💖

                Tu Rosa🌹


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